De pequeño me dijeron que temiera a muchas cosas: al
mar, a las calles, a los extraños... sin embargo, no me advirtieron de lo peor,
la vida misma. ¿Quién podría pensar que la vida de un simple soldado que
intentaba sobrevivir tornaría su inocencia en tristeza?
Ante tal esperpento que tenía reflejado en mis ojos
no supe cómo reaccionar.
- La casa está derruida, pero ¿Y madre? ¿Los pequeños?- me pregunté en un
acto de desesperanza, pero que a la vez me ilusionó el corazón por encontrar un
alegría en forma de vida en el desastre.
Avancé hasta lo que era nuestra casa. Por capricho
del destino sólo la fachada que padre había levantado con tanto sudor se
mantenía en pié. Las paredes colindantes desparecidas dejaron solo los pilares
que las mantenían como salvaguarda de lo que esta construcción fue. El suelo
era un mosaico tétrico de tejas, cenizas y escombros. Busqué en ellos,
desesperadamente por encontrar algo, no sabía bien lo que buscaba, pero lo
hacía. No hallé nada que me esbozase una sonrisa, solo pertenencias dañadas que
emanaban sentimientos y emociones de una época más tranquila.
-Pero, ¿Dónde están? ¿Huyeron? - Idiota de mi al
pensar que podría haber una tenue luz que me permitiese imaginarlos con vida.
Al llegar al patio trasero comenzó mi verdadero
infierno.
Grité, grité el nombre de madre y de mis hermanos lo
más fuerte que pude. Mi alma se lleno de un dolor profundo y horroroso. Mis
sentimientos se coparon de este pesar que mató mi ser. Mis ojos intentaron
quitarme esa imagen con mis lágrimas, mi cara se me desfiguró del llanto y el
tiempo detuvo el momento para recordarme bien que era el fin de mi familia.
El cuerpo de mamá y el de mis hermanos se hallaban en
el frío suelo. A unos metros de sus pies
casquillos de fusil. de sus espaldas hilos de sangre que eran testigos mudos de
lo que sucedió. Mamá cubría en sus brazos a los dos pequeños de la casa. Hasta
el último suspiro de vida intentó protegernos.
Me acerqué a ella , me acurruqué en sus brazos
abrazando su cuerpo frío. Podéis tomarme por loco pero, sentí su calor, la
calidez de madre calentó mi corazón. Cerré los ojos recordando lo que un día
ella hacía por nosotros y recordando el dulce procedimiento tras sus abrazos me
relajé en su pecho quedándome dormido.
- Buenas noches, mamá. - Dijo Heinz con los ojos
cerrándose para soñar.
-¡Heinz! ¡Heinz!
Esa voz... viene del camino, pero me es familiar. Un
segundo, ¿Estoy aún soñando?
Levantándome con mucho frío los rayos de luz me
cegaron y me hicieron pensar que había subido al cielo como ellos.
-¡Heinz! ¿Qué haces ahí tirado?
-¿Hermanita?- Conseguí abrir los ojos y la cara de
Anne se apareció en frente de mi.
-Oh Dios mío, Heinz, no sabes cuanto te he echado de
menos... - Y me abrazó, me abrazó tan fuerte que mi alma que di por inerte
volvió a la vida
Me levanté y ella de uno de los bolsillos de su
vestido me obsequió una manzana.
-¿Pero cuando has llegado? ¿Has pasado la noche aquí? ¿Eh, Heinz?
-Hermanita, tranquila. Responderé a tus preguntas,
pero antes has de decirme que ha pasado.
-Primero vamos a adecentarte un poco, ¿no crees? tiempo hay de sobra para charlar, y tranquilizate. De camino hacia mi casa te contaré todo.
Anne me contó que se casó con Jean, su amigo artista
que tanto venía a increparla pero que al final la enamoró. Viven felices en un
pueblo cercano y que de vez en cuando venía a ayudar a madre con las labores y
a ayudarles con lo que podía. Traía comida y víveres cada mes, lo cual era un
ahorro en el gasto de mamá, pero sobretodo por estar con ella. La semana pasada
volvió, como venía siendo usual, pero ella también se encontró con esto. No
tenía respuestas, es verdad, pero había oído rumores en el pueblo y por lo que
se ve... los autores de esto no andan lejos.
Y tras esto tuve que cumplir mi parte y contarle cómo
y por qué volvía a casa. Anne me llevó a su casa y de camino no parábamos de
conjeturar hipótesis de lo que pudo causar esta nefasta situación. Me contó
muchos y muchos cuchicheos que rondaban a la muerte de nuestra familia, pero
ella no se dio cuenta de que en todos había un punto en común, se acusaban
siempre a los partisanos.
Sabía y había oído a los oficiales que habían
pequeños grupos de personas que defendían la libertad en las montañas de la
comarca. Se decía que eran violentos y extorsionadores, y que sin ningún
escrúpulo mataban a placer todo lo que ellos veían relacionado con el Reich.
La versión con más sentido es la que le contó su amiga
de su infancia que vivía en el pueblo. Se rumoreaba que los partisanos estaban
matando a familiares de soldados que hayan estado en el frente luchando por la
defensa del Reich, pero aunque era un secreto a voces mi pertenencia a las
fuerzas armadas alemanas, no habían actuado contra nosotros. Algunos decías que
madre pudo haber estado colaborando con ellos y les daba de lo poco que
teníamos, otros que yo estaba transmitiendo información y muchas hipótesis más.
Igual no tiene mucho sentido, pero es lógico que los partisanos actuasen contra
mi familia, pero, ¿Por qué tardarían tanto? Tengo que buscar respuestas.
Caminando por el sendero que va al pueblo de al lado mi hermana dejó de lado el
tema para contarme más de su vida, de lo fantástica y maravillosa que se sentía
casada al lado de su amor de toda la vida, Jean. Sus padres eran de esos que
cuando viajaban se creían de tal país, siendo así que en el embarazo de su
madre mientras estaban en París se enamoró del nombre que posteriormente
pondría a su hijo. Es un buen hombre, trabajador, sensato y tranquilo. Lo cual
es irónico al ver lo alocada y espontánea de las acciones de mi hermana.
Peleaban día sí y día también cuando los veía salir de la escuela. Igual es
verdad "que los que se pelean se desean". Su vida cotidiana se basaba
en gestos de amor profundos y variados. Subsistían de lo que sus vacas
producían, tienen apenas 3 vacas lecheras, pero con lo caro que está todo tienen
para salir adelante solos. No van a tener niños hasta que la cosa se calme, o
al menos eso me dice. En sus ratos libres (y al contarme esto mi hermana
comienza a suspirar como una quinceañera) el disfruta de su pintura y ella se
queda endulzada viendo como plasma paisajes en el lienzo su amado. A veces me
dice que posa para él, pero esos cuadros, por razones obvias, no quiero verlos.
Todo era paz y felicidad, una vida sin dolor ni pena.
Ante su maravillosa vida no sabía si alegrarme o
sentir envidia. Pues ella tiene una familia, yo la acabo de perder, ella tiene
alguien a quien amar y quien la ame. Yo... sólo estoy yo en mi mundo.
-Hermanita, ¿Sabes algo de...?
-Algo sé, pero es lo mismo que supongo que tú sabrás.
-Refréscame la memoria entonces.
-Que tras que lo dejaseis por... aquello, se fue a
estudiar a Berlín.
-¿A la universidad?
-Ajam
-¿Medicina?
-No tengo ni la más remota idea Heinz, y si te digo
algo te mentiría.
-Ojalá esté bien.
-Lo está, al menos eso me contó una chica amiga suya
que conocía de vista.
-¿Hay alguien que sabe de ella?
-Sí, pero no te diré quién es, porque volverás a
pensar en ella y pasarás otra vez tus tardes deprimido o borracho.
-Oh por favor hermanita, ¡te traeré el mejor
chocolate que hayas probado a cambio!
-No, Heinz, debes afrontar que ella tiene su vida y
tu otra.
-Si me quisieras me lo dirías.
-Porque te quiero no te lo digo, y deja este tema.
Nunca supe ver que le viste. Esa chica era un diablo disfrazado de ángel. Bien
lo sabes.
-Mejor será que sigamos caminando.
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