martes, 24 de septiembre de 2013

Capítulo 3. Pensar.

Dos días de mi vida, y con ellos la peor de las fortunas. Las más tristes y desdichadas horas vivo. ¿Vivo? ¿Se puede llamar a esto estar vivo? Podría ser optimista y pensar que uno de los muertos podría ser yo, aunque... ojalá. Estoy pasando por esto, es mi realidad, pero Dios mío, ¿Era de verdad necesario? Es decir, ¿A caso la vida no ha ido ya demasiado lejos con sus injusticias y atrocidades que he pasado como para ahora lidiar con esto? ¿Tan malo he sido? ¿Qué he hecho mal?

No tengo amigos pues están muertos, mi familia terriblemente asesinada, y mi amor... sigo enamorado de aquella chica que seguramente me esté... no creo si quiera en que me piense.

Ahora la duda no reside en saber quienes fueron los autores de la muerte de mi madre y los pequeños. La duda es saber si vale la pena solo seguir adelante con mi vida.

Y ya no es sólo lo reciente, mi adolescencia con un padre tan atroz y su muerte, la pérdida de mis estudios y objetivo de vida. Y mi madre, la incondicional y luchadora mujer que me dio la oportunidad de ver el mundo y que siempre me apoyó... ahora ya no está.

-Madre ¿Qué harías tú? Sé que tu siempre has seguido adelante... Pero esto es demasiado, madre. No sé qué hacer, no sé si sobro entre los vivos y me reúna contigo donde quiera que estés.

Sentado en un lado de la cama mirando la ventana, viendo los campos verdes en los que crecí me derrumbo y tiro mis manos a la cabeza agachándome sobre mi mismo...

Puede que pasase media hora viendo caer mis lágrimas en el suelo de madera, puede que pasasen siglos de dolor, no lo sé.

Tocan la puerta suavemente y la voz de mi hermana abriendo un poco la puerta pregunta.

-¿Puedo pasar Heinz? te traigo algo de comer, no es mucho, pero te ayudará.

-No puedo comer hermanita, no me siento bien. Lo mejor es que esté a solas.

La puerta se abrió y con ella entró Anne, en sus manos portaba una bandeja de metal con leche y unas galletas. Se acercó a mí, se sentó a mi lado dejó la comida en la cama y me abrazó. Me abrazó muy fuerte.

Escuché que me habló pero no le entendí.

-¿Dijiste algo?

-Te acabo de preguntar qué te hace feliz.

-Ohm lo siento, no te había oído... Pues la verdad no lo sé... Solo sonrío, o sonreía en sueños, al pensar en mamá y cuando estoy bebido.

-Sabes que la última es peligrosa...

-¿Y qué más me queda?

-¡Y me lo preguntas! Tienes 28 años, tienes mucho por vivir, Heinz.

-¿Y si en verdad ya no quiero vivir?

-No creo que con tanto que nos hablabas de la justicia no quieras saber cómo murió mamá y quienes fueron.

-No me creo que ese fuera yo.

-No me creo que tú seas mi hermano.

Me levanté y cogí de mi maleta algo para emborracharme y un paquete de cigarrillos que mi teniente me dio.

-Ni pienses que vas a beber Heinz.

-Lo necesito hermanita, dame una tregua, sabes que no soy de esos, pero... con todo esto... ¿Qué menos?

-Sólo por hoy Heinz, y  por lo que ha ocurrido. Voy por dos vasos.

Anne salió y a los pocos minutos volvió con jean y tres vasos de cristal pequeños.

-Sabes hermanita, nunca pensé que fuera a beber contigo - dije mientras servía en los vasos que traía- Siempre me pareciste muy delicada y lejos de un vicio tan malsano.

Jean esbozó una sonrisa.

-No la viste el día de nuestra boda - Dijo sin dejar de sonreír Jean.

-Es verdad, perdón por no haber podido asistir Anne, pero sabes que estaba muy lejos y...

-Tranquilo, te comprendo. Pero, cariño, no me puse tan mal -mientras en su cara se dibujaba una cómplice cara de enfado mezclada con una sonrisa que daba permiso a seguir contando a mi cuñado su historia.

-Pues verás Heinz -Se tomo su trago - Ahg, ¡rayos! que fuerte, y que tiempo hace que no bebo -Tomó aire para su historia- Tu delicada hermana bebió tanto que Goëring era un niño de teta a su lado. Nos casamos y con toda la parafernalia y protocolos que siguen, pero en la fiesta... Fue tocar música y el alcohol correr para que Anne diese paso a una metamorfosis desconocida y sorprendente. Bailó lo inbailable, cantó lo incantable y hablaba... en fin, tonterías que hablan los borrachos.

-¿De verdad hermanita? ¡No puedo creer que hicieras eso! Siendo la princesa de cuento que tanto nos repudiaba a los tristes súbditos de la casa. Que eramos todos menos ella, obviamente.

-¡Todo eso es mentira! - Su sonrisa la delataba - Pero en verdad un poquito si me pasé - Brindamos ella y yo, bebimos consecuentemente el trago - Aunque diré en mi defensa, que mi maridito querido también no se quedó atrás ¿Te imaginas Heinz la cara de mamá viendo a los protagonistas de la boda ebrios?

-Mamá se reiría, pero como siempre tuvo que cuidar a su hija y a su nuevo hijo hasta casa - Dije entre risas y tras un nuevo vaso que entró por mi garganta.

-Tu pobre madre Heinz - mientras servía y bebiendo un trago antes de repartir, hablaba Jean - Le supliqué mil veces que no hiciera de nuestra cuidadora, que podíamos solos. Aunque he de admitir que ambos estábamos mal, pero la vergüenza de verme en la boda así... maquillaba mi borrachera con cabalidad para poder pasar el mal rato pero creo que fue peor el remedio que la enfermedad - Con una carcajada acabó.

-Jean hablando en francés malo a mamá, ¿Te imaginas Heinz?  - Continuó tras una sonora carcajada - "Madmoasel, si vu ple, je ne suis fau" Y mamá entre risas nos llevó a casa.

-¡Vaya estampa hermanita! - Y tras un trago los tres juntos...

-Pero Heinz, ¿Y tu chica? -Preguntó Jean.

-¡Calla idiota! - Anne exclamó reprendiendo a Jean.

-No pasa nada hermanita, por lo que veo el no sabe la historia. De todas maneras te la contaré.

-Pero si no quieres Heinz...

-Tranquilo, es algo pasado, y ya vamos algo bebidos y desinhibidos como para poder hablar, aunque cambie el tono alegre a algo romantico-triste.

-¡No será para tanto! - Dijo Jean intentando alegrar mi cara que se tornaba con una sonrisa algo aminorada

-La historia comienza un buen día de primavera en la cual ella y yo nos encontramos saliendo de nuestras facultades para ir a montar en el tranvía que nos llevaba a la residencia, no me percaté de su presencia hasta que el tranvía se detuvo para dejar paso a un desfile de las S.A., allí tuvimos nuestra primera conversación, la cual algo estúpida, pues se me veía a leguas que me atraía y ella riendo por tal cuadro.

-Que tonto eres cuando sonríes a las chicas Heinz- Dijo mi hermana riendo y dando otro trago- Eres tan modesto...

Y tras su risa complaciente, continué

-Siempre que nos encontrábamos en aquel tranvía hablábamos de arte, libros y de amores pasados. Hasta que un buen día decidí a invitarla a tomar un café.

-Ella aceptó, como todas lo haríamos contigo, Heinz. -Anne, puso en tono de humor en mi historia.

-¡Calla, que esto es amor de verdad, Anne!

-¡Mira como se sonroja!

-Bueno, así todos los viernes tras las clases seguimos con esta costumbre. Pero los cafés no eran baratos y mi caballerosidad de pagar un buen día se terminó vergonzosamente cuando me vi sin dinero cuando vino la cuenta.

-Pobre Heinz, el dinero y sus malas pasadas ¿Verdad?

-Y que lo digas... Bueno ella dijo que a partir de entonces ella pagaría y con esa habilidad que tienen las mujeres de ganar las discusiones me hizo aceptar los términos del "contrato" sin rechistar.

-Astuta -Añadió Jean.

-La más lista de las mujeres...

-Ejem... -Nos cortó Anne

-Pero no tanto como mi bellísima hermana.

-Ah, eso pensaba -Sonrió Anne.

-Bueno, a partir de entonces ella me sorprendía con teatros y visitas al parque que nos llevaban a besarnos horas delante de los lagos llenos de ocas. Fuimos a más y tras el término de las clases de ese año la traje a casa.

-¿Pero y sus padres te dejaron? -Preguntó extrañado mi cuñado

-Mintió y dijo que iba a realizar una investigación de su carrera.

-¿Qué estudiaba? -Volvió a preguntar Jean

-Medicina, y de ahí que funcionase. Aquí todo fue muy bien, pero al volver al siguiente año... Sus padres se enteraron que salía con un pobre pueblerino que no estaba a su nivel y le prohibieron nuestro amor.

-Ella no se dejaría supongo... -Dijo inocentemente Jean

-Ella misma fue quien se lo contó a su madre pues decía que la presión de un amor a escondidas era demasiado para ser realmente felices...

-¡Vaya una hipócrita! ¿Te imaginas? Ella le dice que le ama y de un día para otro busca el término. -Cortó Anne dirigiéndose a su esposo- Ella no te quería, y menos mal que todo eso pasó. -Exclamó.

-Quiero pensar que fue porque no era suficiente para ella...

-Lo eras, y si se lo perdió, pues que sea feliz con un niño rico... ¡Buscona!

-Al tiempo ella me envió una carta en la que me decía que se cambió de universidad con los porqués y que le dolía mucho no haberse despedido de mi.

-Vaya... Debió ser muy duro, Heinz... -Compadeciéndose de mi dijo Jean.

-Teníamos nombres para nuestros hijos, pero nunca los habrá.


La noche continuó con historias más alegres de mi hermana y su marido, en las cuales envidiaba su felicidad, la cual una vez tuve...

viernes, 9 de agosto de 2013

Capítulo 2: Dolor.



De pequeño me dijeron que temiera a muchas cosas: al mar, a las calles, a los extraños... sin embargo, no me advirtieron de lo peor, la vida misma. ¿Quién podría pensar que la vida de un simple soldado que intentaba sobrevivir tornaría su inocencia en tristeza?

Ante tal esperpento que tenía reflejado en mis ojos no supe cómo reaccionar.

- La casa está derruida, pero  ¿Y madre? ¿Los pequeños?- me pregunté en un acto de desesperanza, pero que a la vez me ilusionó el corazón por encontrar un alegría en forma de vida en el desastre.

Avancé hasta lo que era nuestra casa. Por capricho del destino sólo la fachada que padre había levantado con tanto sudor se mantenía en pié. Las paredes colindantes desparecidas dejaron solo los pilares que las mantenían como salvaguarda de lo que esta construcción fue. El suelo era un mosaico tétrico de tejas, cenizas y escombros. Busqué en ellos, desesperadamente por encontrar algo, no sabía bien lo que buscaba, pero lo hacía. No hallé nada que me esbozase una sonrisa, solo pertenencias dañadas que emanaban sentimientos y emociones de una época más tranquila.

-Pero, ¿Dónde están? ¿Huyeron? - Idiota de mi al pensar que podría haber una tenue luz que me permitiese imaginarlos con vida.

Al llegar al patio trasero comenzó mi verdadero infierno.

Grité, grité el nombre de madre y de mis hermanos lo más fuerte que pude. Mi alma se lleno de un dolor profundo y horroroso. Mis sentimientos se coparon de este pesar que mató mi ser. Mis ojos intentaron quitarme esa imagen con mis lágrimas, mi cara se me desfiguró del llanto y el tiempo detuvo el momento para recordarme bien que era el fin de mi familia.

El cuerpo de mamá y el de mis hermanos se hallaban en el frío suelo.  A unos metros de sus pies casquillos de fusil. de sus espaldas hilos de sangre que eran testigos mudos de lo que sucedió. Mamá cubría en sus brazos a los dos pequeños de la casa. Hasta el último suspiro de vida intentó protegernos.

Me acerqué a ella , me acurruqué en sus brazos abrazando su cuerpo frío. Podéis tomarme por loco pero, sentí su calor, la calidez de madre calentó mi corazón. Cerré los ojos recordando lo que un día ella hacía por nosotros y recordando el dulce procedimiento tras sus abrazos me relajé en su pecho quedándome dormido.

- Buenas noches, mamá. - Dijo Heinz con los ojos cerrándose para soñar.

-¡Heinz! ¡Heinz!

Esa voz... viene del camino, pero me es familiar. Un segundo, ¿Estoy aún soñando?
Levantándome con mucho frío los rayos de luz me cegaron y me hicieron pensar que había subido al cielo como ellos.

-¡Heinz! ¿Qué haces ahí tirado?

-¿Hermanita?- Conseguí abrir los ojos y la cara de Anne se apareció en frente de mi.

-Oh Dios mío, Heinz, no sabes cuanto te he echado de menos... - Y me abrazó, me abrazó tan fuerte que mi alma que di por inerte volvió a la vida

Me levanté y ella de uno de los bolsillos de su vestido me obsequió una manzana.

-¿Pero cuando has llegado? ¿Has pasado la noche aquí? ¿Eh, Heinz?

-Hermanita, tranquila. Responderé a tus preguntas, pero antes has de decirme que ha pasado.

-Primero vamos a adecentarte un poco, ¿no crees? tiempo hay de sobra para charlar, y tranquilizate. De camino hacia mi casa te contaré todo.

Anne me contó que se casó con Jean, su amigo artista que tanto venía a increparla pero que al final la enamoró. Viven felices en un pueblo cercano y que de vez en cuando venía a ayudar a madre con las labores y a ayudarles con lo que podía. Traía comida y víveres cada mes, lo cual era un ahorro en el gasto de mamá, pero sobretodo por estar con ella. La semana pasada volvió, como venía siendo usual, pero ella también se encontró con esto. No tenía respuestas, es verdad, pero había oído rumores en el pueblo y por lo que se ve... los autores de esto no andan lejos.

Y tras esto tuve que cumplir mi parte y contarle cómo y por qué volvía a casa. Anne me llevó a su casa y de camino no parábamos de conjeturar hipótesis de lo que pudo causar esta nefasta situación. Me contó muchos y muchos cuchicheos que rondaban a la muerte de nuestra familia, pero ella no se dio cuenta de que en todos había un punto en común, se acusaban siempre a los partisanos.

Sabía y había oído a los oficiales que habían pequeños grupos de personas que defendían la libertad en las montañas de la comarca. Se decía que eran violentos y extorsionadores, y que sin ningún escrúpulo mataban a placer todo lo que ellos veían relacionado con el Reich.

La versión con más sentido es la que le contó su amiga de su infancia que vivía en el pueblo. Se rumoreaba que los partisanos estaban matando a familiares de soldados que hayan estado en el frente luchando por la defensa del Reich, pero aunque era un secreto a voces mi pertenencia a las fuerzas armadas alemanas, no habían actuado contra nosotros. Algunos decías que madre pudo haber estado colaborando con ellos y les daba de lo poco que teníamos, otros que yo estaba transmitiendo información y muchas hipótesis más. Igual no tiene mucho sentido, pero es lógico que los partisanos actuasen contra mi familia, pero, ¿Por qué tardarían tanto? Tengo que buscar respuestas.

Caminando por el sendero que va al pueblo de al lado mi hermana dejó de lado el tema para contarme más de su vida, de lo fantástica y maravillosa que se sentía casada al lado de su amor de toda la vida, Jean. Sus padres eran de esos que cuando viajaban se creían de tal país, siendo así que en el embarazo de su madre mientras estaban en París se enamoró del nombre que posteriormente pondría a su hijo. Es un buen hombre, trabajador, sensato y tranquilo. Lo cual es irónico al ver lo alocada y espontánea de las acciones de mi hermana. Peleaban día sí y día también cuando los veía salir de la escuela. Igual es verdad "que los que se pelean se desean". Su vida cotidiana se basaba en gestos de amor profundos y variados. Subsistían de lo que sus vacas producían, tienen apenas 3 vacas lecheras, pero con lo caro que está todo tienen para salir adelante solos. No van a tener niños hasta que la cosa se calme, o al menos eso me dice. En sus ratos libres (y al contarme esto mi hermana comienza a suspirar como una quinceañera) el disfruta de su pintura y ella se queda endulzada viendo como plasma paisajes en el lienzo su amado. A veces me dice que posa para él, pero esos cuadros, por razones obvias, no quiero verlos. Todo era paz y felicidad, una vida sin dolor ni pena.

Ante su maravillosa vida no sabía si alegrarme o sentir envidia. Pues ella tiene una familia, yo la acabo de perder, ella tiene alguien a quien amar y quien la ame. Yo... sólo estoy yo en mi mundo.

-Hermanita, ¿Sabes algo de...?

-Algo sé, pero es lo mismo que supongo que tú sabrás.

-Refréscame la memoria entonces.

-Que tras que lo dejaseis por... aquello, se fue a estudiar a Berlín.

-¿A la universidad?

-Ajam

-¿Medicina?

-No tengo ni la más remota idea Heinz, y si te digo algo te mentiría.

-Ojalá esté bien.

-Lo está, al menos eso me contó una chica amiga suya que conocía de vista.

-¿Hay alguien que sabe de ella?

-Sí, pero no te diré quién es, porque volverás a pensar en ella y pasarás otra vez tus tardes deprimido o borracho.

-Oh por favor hermanita, ¡te traeré el mejor chocolate que hayas probado a cambio!

-No, Heinz, debes afrontar que ella tiene su vida y tu otra.

-Si me quisieras me lo dirías.

-Porque te quiero no te lo digo, y deja este tema. Nunca supe ver que le viste. Esa chica era un diablo disfrazado de ángel. Bien lo sabes.

-Mejor será que sigamos caminando.



miércoles, 27 de marzo de 2013

Capítulo 1. Recuerdos.



-Buenas tardes, su pase por favor.

-Aquí tiene soldado.

-Gracias, continúe.

Este diálogo todos los días y a todas horas. Una vida monótona y simple. Hubo un tiempo en el que sonreía, en el que la vida me parecía un regalo diario al que dar infinitas gratitudes. ¿Ahora? una vasto y yermo sentimiento ha tomado el lugar de tal recuerdo. Sólo me he convertido en un soldado que no sabe muy bien como ha llegado hasta aquí y que hace de juez de quién vive y quién no.
Suspiro cada vez que recuerdo esos días... Ella, sólo ella lo sabe. Su nombre es el título de una canción romántica que ya no se reproducirá más.

-Heinz, ¡Estúpido!

-¡Si no te gusta que te haga sonreír dímelo!

-Te amo, idiota...

Y continuando con profundos besos pasábamos nuestros días...

El roce de sus labios es algo indescriptible, su piel tan blanca y delicada la hacen una escultura cincelada por ángeles. A veces no creo en mi suerte por haber tenido tales placeres al sentirla.

-¡Soldado! Aquí tiene

-Oh, disculpe... Puede continuar.

Me abstraigo de todo al pensarla. Esas tardes en la que desnudos nos volvíamos uno, esas noches que comiendo chocolate mirábamos el cielo estrellado y competíamos por ver quién amaba más... Y el mismo destino que nos unió, nos separó.

¡Parece mentira que tras 2 años la siga teniendo en mi memoria! Ahora estará en algún sitio estudiando tanto como hacíamos antaño. ¿Habrá entrado a la carrera que tanto perseguía? ¿Se habrá vuelto a enamorar?

-Pase por favor.

-Aquí tiene.

-Discúlpeme un momento.

Heinz se acerca a su superior.

-Teniente, otro.

-Estos bolcheviques... ¿Creen de verdad que van a engañar al Reich? Envíalo donde ya sabes.

-Sí señor.

Heinz, regresa al conductor.

-Disculpe, pero...

-Por favor, mis hijos quieren vivir. ¡Déjenos pasar soldado, Se lo ruego!

-Pero caballero, eso yo no...

-¡Ya estoy harto de vosotros, comunistas llorones! - Gritó el teniente acercándose al tembloroso y viejo padre de familia - si no traicionaseis al Reich no os pasaría nada, pero os lo buscáis.

El teniente abrió la puerta del automóvil y tirando de la camisa del anciano lo tiró al barro.

-¡Come el barro, escoria! ¡Pelotón, llevad a esta infame familia con los demás traidores y apartad este viejo trasto del camino!

La familia fue llevada entre llantos e implorando a la humanidad de los que iban a ser sus verdugos detrás del barracón. Pronto una ráfaga de fusil acalló su pena.

Pensaréis como puedo pensar en amores con tragedias como estas ocurriendo a todas horas. La respuesta no la sé ni yo. Solo sé que intento sobrevivir en este mar de injusticias. Me alisté mucho antes ese loco tomara el poder y pusiera todo patas arriba. Mi madre con su sueldo de profesora en nuestro pueblo no daba para mucho, y mi padre la exprimía siempre que podía jugándose el pan de mis hermanos en apuestas y deudas. La muerte de mi padre, aunque esté mal decirlo, fue una bendición para nuestra familia. Madre tenía que multiplicarse para pagar mis estudios en la universidad y dar de comer a 3 hijos.

No me enorgullezco de mi trabajo, es lo que más pude haber odiado en este mundo, pero tengo miedo a morir. Muchos de mis compañeros odiaron mi suerte cuando me asignaron este escuadrón de control de carreteras, ahora todos han muerto en combate, en combates que nosotros los jóvenes derramamos la sangre por las ambiciones de viejos que comen en vajillas de plata.

Críticas a parte continuaré con lo que fui.

Pasaron muchos días tras el contado incidente, pero todo igual de sistemático y de cruel. Cada mañana despertar es un suplicio, el frio y el trabajo de juez no son lo mío. Sin embargo cada sábado lo teníamos libre y con ello un rato de esparcimiento. Cada uno lo gastaba a su manera, bien descansando o emborrachándose como hacían la mayoría. Yo al ser un pobre pueblerino que no tenía donde caerse muerto, no era menos.

Nos acercábamos a una tasca de un pueblo cercano, eran malos tiempos y la bebida no abundaba, pero en tiempos de crisis la imaginación rebosa, y con el alcohol no iba a ser menos. Se fermentaba de cualquier cosa posible, destilaban combustible si hacía falta, cualquier cosa era buena para no caer en la dura realidad.
La taberna en sí no era gran cosa, una cerveza por aquí y un café para aquellos más conservadores, o al menos decían que era café. La vida parecía igual de simple en estos lares.

Pasó el tiempo y en un abril extraño, que el calor aprieta, más que nada por la costumbre al frío la gente estaba de buen humor. Mi teniente, sí aquel cruel ente, se acercó a mi zona de trabajo o mi criba de personas y extrañamente me cambió la vida con una buena nueva.

- ¡Soldado!

- ¿Herr teniente? ¿En qué puedo ayudarle?

- Esta vez nada, Heinz. El Reich, y más en concreto yo, agradecemos tu fidelidad y te damos esta semana para volver a tu pueblo.

- ¿De verdad? ¡Muchas gracias Herr Teniente!

- Con que poco os contentáis los campesinos, anda ve y disfruta.

El día siguió su curso, pero esta vez sin fatídicos incidentes que mermasen mi alegría.

Como no sabía muy bien qué hacer, me levanté de manera habitual y tras el primer pitillo de la mañana se me acercó un vehículo el cual tras pitarme, entré. Me acercó a la estación de tren y siguiendo el estereotipo alemán, sistemáticamente entré a la primera locomotora en dirección Münich.

Nada más llegar a mi parada y bajar, solté mis maletas y respiré muy hondo. No supe muy bien por qué, son de esos impulsos que haces y luego te sientes bien, pero pronto sabría que sería mi última sonrisa del día. Corrí cuanto pude para llegar a casa... más nunca supe que este fuera el comienzo de mi desdicha.

Cuando llegué al centro del pueblo el buen humor parecía un fantasma que nunca fuera a volver, sentía frío contrariamente a lo que el sol otorgaba y poco a poco fuí contagiándome de tal pesar. A cada paso que daba caras llenas de hambre y dolor aparecían por las ventanas y más de una mirada de odio se cruzó con la mía.

Nuestra pobre casa se encontraba en las afueras, al norte, tras cruzar toda la villa. Con un escalofrío constante que me vaticinaba una mala noticia caminaba sin pensar.

- ¿Por qué? - Pensaba - Debería sonreír y estar eufórico de cada metro que avanzo, pero no sé a qué viene tanta tristeza.

Llegué a mi destino, y la pobre casa que se caracterizaba por el buen humor de mi familia que ante cada adversidad se levantaba, era solo un recuerdo. Solo vi unas ruinas, deshabitadas, y mi dolor fue inimaginable ante tal horror. Petrificado me arrodillé ante la tétrica postal y con unas ganas de llorar enormes mi cabeza se posó en el frío suelo.