Dos días de mi vida, y con ellos la peor de las fortunas.
Las más tristes y desdichadas horas vivo. ¿Vivo? ¿Se puede llamar a esto estar
vivo? Podría ser optimista y pensar que uno de los muertos podría ser yo,
aunque... ojalá. Estoy pasando por esto, es mi realidad, pero Dios mío, ¿Era de
verdad necesario? Es decir, ¿A caso la vida no ha ido ya demasiado lejos con
sus injusticias y atrocidades que he pasado como para ahora lidiar con esto?
¿Tan malo he sido? ¿Qué he hecho mal?
No tengo amigos pues están muertos, mi familia terriblemente
asesinada, y mi amor... sigo enamorado de aquella chica que seguramente me esté... no creo si quiera en que me piense.
Ahora la duda no reside en saber quienes fueron los autores
de la muerte de mi madre y los pequeños. La duda es saber si vale la pena solo
seguir adelante con mi vida.
Y ya no es sólo lo reciente, mi adolescencia con un padre
tan atroz y su muerte, la pérdida de mis estudios y objetivo de vida. Y mi
madre, la incondicional y luchadora mujer que me dio la oportunidad de ver el
mundo y que siempre me apoyó... ahora ya no está.
-Madre ¿Qué harías tú? Sé que tu siempre has seguido
adelante... Pero esto es demasiado, madre. No sé qué hacer, no sé si sobro
entre los vivos y me reúna contigo donde quiera que estés.
Sentado en un lado de la cama mirando la ventana, viendo los
campos verdes en los que crecí me derrumbo y tiro mis manos a la cabeza
agachándome sobre mi mismo...
Puede que pasase media hora viendo caer mis lágrimas en el
suelo de madera, puede que pasasen siglos de dolor, no lo sé.
Tocan la puerta suavemente y la voz de mi hermana abriendo
un poco la puerta pregunta.
-¿Puedo pasar Heinz? te traigo algo de comer, no es mucho,
pero te ayudará.
-No puedo comer hermanita, no me siento bien. Lo mejor es
que esté a solas.
La puerta se abrió y con ella entró Anne, en sus manos
portaba una bandeja de metal con leche y unas galletas. Se acercó a mí, se
sentó a mi lado dejó la comida en la cama y me abrazó. Me abrazó muy fuerte.
Escuché que me habló pero no le entendí.
-¿Dijiste algo?
-Te acabo de preguntar qué te hace feliz.
-Ohm lo siento, no te había oído... Pues la verdad no lo
sé... Solo sonrío, o sonreía en sueños, al pensar en mamá y cuando estoy
bebido.
-Sabes que la última es peligrosa...
-¿Y qué más me queda?
-¡Y me lo preguntas! Tienes 28 años, tienes mucho por vivir,
Heinz.
-¿Y si en verdad ya no quiero vivir?
-No creo que con tanto que nos hablabas de la justicia no
quieras saber cómo murió mamá y quienes fueron.
-No me creo que ese fuera yo.
-No me creo que tú seas mi hermano.
Me levanté y cogí de mi maleta algo para emborracharme y un
paquete de cigarrillos que mi teniente me dio.
-Ni pienses que vas a beber Heinz.
-Lo necesito hermanita, dame una tregua, sabes que no soy de
esos, pero... con todo esto... ¿Qué menos?
-Sólo por hoy Heinz, y por lo que ha ocurrido. Voy por dos
vasos.
Anne salió y a los pocos minutos volvió con jean y tres vasos de cristal
pequeños.
-Sabes hermanita, nunca pensé que fuera a beber contigo
- dije mientras servía en los vasos que traía- Siempre me pareciste muy delicada
y lejos de un vicio tan malsano.
Jean esbozó una sonrisa.
-No la viste el día de nuestra boda - Dijo sin dejar de sonreír Jean.
-Es verdad, perdón por no haber podido asistir Anne, pero
sabes que estaba muy lejos y...
-Tranquilo, te comprendo. Pero, cariño, no me puse tan mal
-mientras en su cara se dibujaba una cómplice cara de enfado mezclada con una
sonrisa que daba permiso a seguir contando a mi cuñado su historia.
-Pues verás Heinz -Se tomo su trago - Ahg, ¡rayos! que fuerte,
y que tiempo hace que no bebo -Tomó aire para su historia- Tu delicada hermana bebió tanto que Goëring era
un niño de teta a su lado. Nos casamos y con toda la parafernalia y protocolos que
siguen, pero en la fiesta... Fue tocar música y el alcohol correr para que Anne diese paso a una metamorfosis desconocida y sorprendente. Bailó lo inbailable, cantó lo incantable y hablaba... en
fin, tonterías que hablan los borrachos.
-¿De verdad hermanita? ¡No puedo creer que hicieras
eso! Siendo la princesa de cuento que tanto nos repudiaba a los tristes súbditos
de la casa. Que eramos todos menos ella, obviamente.
-¡Todo eso es mentira! - Su sonrisa la delataba - Pero en
verdad un poquito si me pasé - Brindamos ella y yo, bebimos consecuentemente el
trago - Aunque diré en mi defensa, que mi maridito querido también no se quedó
atrás ¿Te imaginas Heinz la cara de mamá viendo a los protagonistas de la boda
ebrios?
-Mamá se reiría, pero como siempre tuvo que cuidar a su hija
y a su nuevo hijo hasta casa - Dije entre risas y tras un nuevo vaso que entró por mi
garganta.
-Tu pobre madre Heinz - mientras servía y bebiendo un trago
antes de repartir, hablaba Jean - Le supliqué mil veces que no hiciera de
nuestra cuidadora, que podíamos solos. Aunque he de admitir que ambos estábamos
mal, pero la vergüenza de verme en la boda así... maquillaba mi borrachera con
cabalidad para poder pasar el mal rato pero creo que fue peor el remedio que la
enfermedad - Con una carcajada acabó.
-Jean hablando en francés malo a mamá, ¿Te imaginas Heinz? - Continuó tras una sonora carcajada - "Madmoasel, si vu ple, je ne suis fau" Y
mamá entre risas nos llevó a casa.
-¡Vaya estampa hermanita! - Y tras un trago los tres
juntos...
-Pero Heinz, ¿Y tu chica? -Preguntó Jean.
-¡Calla idiota! - Anne exclamó reprendiendo a Jean.
-No pasa nada hermanita, por lo que veo el no sabe la
historia. De todas maneras te la contaré.
-Pero si no quieres Heinz...
-Tranquilo, es algo pasado, y ya vamos algo bebidos y desinhibidos
como para poder hablar, aunque cambie el tono alegre a algo romantico-triste.
-¡No será para tanto! - Dijo Jean intentando alegrar mi cara
que se tornaba con una sonrisa algo aminorada
-La historia comienza un buen día de primavera en la cual
ella y yo nos encontramos saliendo de nuestras facultades para ir a montar en
el tranvía que nos llevaba a la residencia, no me percaté de su presencia hasta
que el tranvía se detuvo para dejar paso a un desfile de las S.A., allí tuvimos
nuestra primera conversación, la cual algo estúpida, pues se me veía a leguas que me atraía y
ella riendo por tal cuadro.
-Que tonto eres cuando sonríes a las chicas Heinz- Dijo mi
hermana riendo y dando otro trago- Eres tan modesto...
Y tras su risa complaciente, continué
-Siempre que nos encontrábamos en aquel tranvía hablábamos
de arte, libros y de amores pasados. Hasta que un buen día decidí a invitarla a
tomar un café.
-Ella aceptó, como todas lo haríamos contigo, Heinz. -Anne,
puso en tono de humor en mi historia.
-¡Calla, que esto es amor de verdad, Anne!
-¡Mira como se sonroja!
-Bueno, así todos los viernes tras las clases seguimos con
esta costumbre. Pero los cafés no eran baratos y mi caballerosidad de pagar un
buen día se terminó vergonzosamente cuando me vi sin dinero cuando vino la
cuenta.
-Pobre Heinz, el dinero y sus malas pasadas ¿Verdad?
-Y que lo digas... Bueno ella dijo que a partir de entonces
ella pagaría y con esa habilidad que tienen las mujeres de ganar las
discusiones me hizo aceptar los términos del "contrato" sin
rechistar.
-Astuta -Añadió Jean.
-La más lista de las mujeres...
-Ejem... -Nos cortó Anne
-Pero no tanto como mi bellísima hermana.
-Ah, eso pensaba -Sonrió Anne.
-Bueno, a partir de entonces ella me sorprendía con teatros
y visitas al parque que nos llevaban a besarnos horas delante de los lagos
llenos de ocas. Fuimos a más y tras el término de las clases de ese año la
traje a casa.
-¿Pero y sus padres te dejaron? -Preguntó extrañado mi
cuñado
-Mintió y dijo que iba a realizar una investigación de su
carrera.
-¿Qué estudiaba? -Volvió a preguntar Jean
-Medicina, y de ahí que funcionase. Aquí todo fue muy bien,
pero al volver al siguiente año... Sus padres se enteraron que salía con un
pobre pueblerino que no estaba a su nivel y le prohibieron nuestro amor.
-Ella no se dejaría supongo... -Dijo inocentemente Jean
-Ella misma fue quien se lo contó a su madre pues decía que
la presión de un amor a escondidas era demasiado para ser realmente felices...
-¡Vaya una hipócrita! ¿Te imaginas? Ella le dice que le ama
y de un día para otro busca el término. -Cortó Anne dirigiéndose a su esposo- Ella
no te quería, y menos mal que todo eso pasó. -Exclamó.
-Quiero pensar que fue porque no era suficiente para ella...
-Lo eras, y si se lo perdió, pues que sea feliz con un niño
rico... ¡Buscona!
-Al tiempo ella me envió una carta en la que me decía que se
cambió de universidad con los porqués y que le dolía mucho no haberse despedido
de mi.
-Vaya... Debió ser muy duro, Heinz... -Compadeciéndose de mi
dijo Jean.
-Teníamos nombres para nuestros hijos, pero nunca los habrá.
La noche continuó con historias más alegres de mi hermana y
su marido, en las cuales envidiaba su felicidad, la cual una vez tuve...